Quizás equivocarse no estaba tan mal. Pensaba ella mientras se enrollaba en la manta de aquella habitación vacía.
Al fin y al cabo la fuerza que le había llevado a estar allí en aquel instante volvería a llevarla a alguna otra cama en alguna otra oscura habitación.
Esa fuerza siempre era infinita, esa fuerza nunca paraba, y esa fuerza era imposible de parar.
Llámalo azar, llámalo destino, llámalo karma.
Pero ella sabía que nuevas personas entrarían en su vida y estaba preparada para dejarse sorprender y llevar. Porque dejarse llevar, sonaba demasiado bien.
Pensaba que no era lo suficientemente lista como para que nadie llegase a quererla, pero sabía ser lo suficientemente intrigante como para que alguien se enamorase de ella. A partir de ese momento, todo se convertía en un juego y un sinsentido que le hacía sentirse viva.
Simplemente era de una manera extraña. No podía evitarlo. Andaba dando saltos y daba los buenos días a la gente que se encontraba por la calle con la expresión torcida. Se ponía sus vestidos de flores y salía a bailar con el viento, como si un compás perfectamente marcado la dirigiese.
Pero no entendía las metáforas. Apenas podía recordar el número de su portal. Nunca había terminado un libro y no compraba una entrada de cine a no ser que fuera para ver una película con mas efectos especiales que diálogos.
Le gustaba describirse a ella misma como una chica de acción. Pero sabía que sólo era un eufemismo.
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