martes, 21 de mayo de 2013

- No entiendo que hacemos aquí. No entiendo porque me has traído hasta aquí ni entiendo tus ojos. No entiendo estas vacaciones en el Norte rodeados de cardos y de frío del que congela los huesos y no entiendo por qué estás tan raro hoy. No entiendo a que viene tanto misterio para venir aquí.

- Tengo algo para tí. Pero si quieres que te lo dé tienes que cerrar los ojos con toda la fuerza que puedas y dejarme tus manos. Te prometo que volvemos ya mismo.

- ¿Así?

- Bien. Ahora pon las manos en forma de cuenco, como si tuvieras una pelota dentro pero no quisieses que se saliese por ningún sitio. No puedes dejar ni un solo hueco. Y ahora... no te asustes.

- Darío, ¿qué es? ¿qué me has dado? Siento un cosquilleo que me está poniendo muy nerviosa...

- Ya puedes abrir los ojos.

-......


- Si, es una luciérnaga. Desde que me contaste como las cazabas de pequeña no he dejado de buscarlas. Por eso vinimos de vacaciones aquí. Por eso estamos durmiendo en una mugrienta casa en ruinas, porque se esconden en lugares apartados y húmedos. Por eso dije que no a todos y cada uno de esos sitios de la playa Mediterránea rebosantes de turistas con la piel roja y pelada. O a unas vacaciones en un buen hotel con spa para relajarse. Renuncié a todo ello por este momento. Por ver tus ojos de niña ilusionados sosteniendo una luz en medio de la noche, que sé que para tí, valen mucho mas que cualquier otra cosa. Espero que me perdones, pero, al menos para mí,  ha merecido la pena.





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